Los sentimientos causan efectos contrarios a los deseados en la mayoría de las ocasiones. Argentina siente fervor por Maradona y nadie cuestionó su escasa trayectoria como entrenador. Ni nadie se opuso a sus caprichos. Así sucedió durante meses. Ahora, con Alemania como juez, Argentina llora no sólo un adiós a Sudáfrica, sino una humillación de altos vuelos. Alemania fue un bloque; Argentina, un grupo de amigos.
Esta sonora diferencia se notó en cuestión de minutos, lo que tardó la selección germana en ofrecer su predisposición a moverse como un grupo coral y en anotar, por mediación de Müeller, el primero de los cuatro tantos con los que obsequió a Argentina. Alemania le dio una lección de juego a Argentina o, mejor dicho, precisando, a Maradona, incapaz de generar recursos a la hora de frenar a un adversario de entidad, el primero al que se enfrentaba en Sudáfrica.
Alemania es lo más parecido a España. Se trata de un conjunto bien armado, fantásticamente estructurado desde atrás hacia delante, con once futbolistas comprometidos, concentrados, sabiendo a la perfección cuáles son sus cometidos, no dando más de dos toques al esférico cuando bien Ozil o Schweinsteiger ejercen de lanzadores para sus laterales y delanteros. Alemania es una máquina de fabricar fútbol. Y esto es una novedad en tiempos donde todo es especular o dejarse a la improvisación mágica de la estrella de turno.
Alemania, además, mantiene su estructura genética de siempre, con ese físico poderoso, esa incombustible ambición, esa altura en sus centrales, su sobriedad a la hora de afrontar un envite de categoría. Si a eso se suma que sabe manejarse con el esférico, Alemania es un candidato máximo a coronarse en Sudáfrica.
Argentina, a la deriva
Todo lo contrario es Argentina. No hay un proyecto. Ni siquiera ideas sueltas. No hay nada de nada cuando enfrente hay problemas. Ninguna alternativa. Todo es pasión, corazón y rezos de su entrenador. Esto en el fútbol es importante, pero insuficiente. Este deporte, como en todos los órdenes de la vida, requiere de importantes dosis de trabajo. Si es el fútbol, exige entrenamientos, conjuntar a unos individuos talentosos, y no dejarse llevar a la chispa de Higuaín o un desaparecido Messi. El resto son jugadores normales y desnortados en cuando no hay alguien que organice. No ya Riquelme, en su casa, sino algo de Verón, aunque esté pasado de edad, o de la juventud de Pastore.
A ello se une que Maradona reaccionó tarde, demasiado tarde, como para no ya organizar mínimamente los ataques atropellados e individualistas de sus pupilos, sino para contrarrestar la fuerza de Alemania en el marcador. Los germanos ganaron cuándo y cómo quisieron.
Después de ver como Argentina era un querer y no poder ofensivamente, ellos decidieron darle otro ritmo al encuentro, mostrarse como lo hicieron en los primeros minutos. Dos arreones magníficos en ataque se convirtieron en otros dos goles, uno obra de Klose y otro de Fiedrich, después de una formidable acción de Schweinsteiger. La puntilla a Argentina y Maradona. No era suficiente, Klose, en otra contra veloz, anotó el cuarto, cerrando así una goleada de escándalo a Argentina, retratada ya para la historia por caer en cuartos, ser ridiculizada en fútbol y en el marcador y carecer de un proyecto de futuro. Argentina está desnuda.
Rafael Merino.