No hay presión. Ni polémicas tras su expulsión del sábado. Cristiano Ronaldo es un auténtico fuera de serie, un futbolista de otra época y con suficientes atributos para escribir otra etapa maravillosa en esto del fútbol. El luso es determinante en el Real Madrid. Muy influyente, quizá demasiado. Con su ausencia, sus compañeros están huérfanos; con su presencia, siempre protagonista, sus acompañantes se siente obligados a no defraudar, a dar lo mejor de sí mismos, a corresponder a esas capacidades técnicas, atléticas, intimidatorias, competitivas o alegres en otras cuantas, porque este futbolista es sensacional.
Lo dejó de manifiesto en el primer balón que pasó por sus botas. Fue a balón parado, una de sus múltiples especialidades. Lo demostró, por ejemplo, en Zúrich, y lo repitió esta noche ante el Olympique de Marsella. Desde cerca de treinta metros, su magistral golpe de balón fue imparable para el meta francés, Mandanda. Maravillosa ejecución. Y contagiosa forma de celebrar un tanto. Y magnífico medicamente para contrarrestar el bullicioso ambiente de los aficionados más radicales de la Costa Azul. Contundente si se analiza la repercusión que este tanto tuvo en el Marsella. Se quedó noqueado para el resto de los minutos, exceptuando esos instantes siguientes al tanto del empate, obra del argentino Lucho González, favorecido de una cadena de errores defensivos del Real Madrid. Fue un despiste, afortunadamente, sin continuidad en el tiempo. Era, por el contrario, tiempo de mostrar a Europa que este conjunto está cada vez más armado y que cuenta con un futbolista de una calidad infinita como Cristiano Ronaldo.
Una máquina engrasada
Superado el susto del empate y las arrancadas del senegalés Niang -un dolor de cabeza para Sergio Ramos y Pepe, tras el mutuo encontronazo-, el Real Madrid se hizo el amo y señor del esférico, del ritmo del encuentro y de las ocasiones, en todas ellas con Cristiano Ronaldo como protagonista. Bien porque empezaba esa jugada de ataque, porque daba continuidad a la misma, distribuyendo con criterio las cartas o porque aparecía en el momento más adecuado para acercarse a la celebración de los goles. Cercano estuvo de lograrlo cuando, en un córner, su cabezazo se estrelló en el poste y los consiguientes rechaces, en botas o cabeza de Pepe, Higuaín y Ramos, no encontraron el camino a la red. Hubiera sido la sentencia a un Marsella muy vigoroso, aunque escaso de calidad, siempre apegado al juego demasiado viril y sin un planteamiento definido con el que contrarrestar el acertado programa táctico de Pellegrini.
La presión, siempre ordenada, y la unión entre líneas, siempre en menos de 30 metros, fueron una soga en el cuello de los franceses. Se ahogaron con el trascurrir de los minutos, donde Cristiano Ronaldo fue, sencillamente, el ejecutor. No apuntilló el encuentro hasta bien avanzado el segundo acto, aunque, anteriormente, sus compañeros, Higuaín y Marcelo (víctima de un penalti en el descuento de la primera parte) dispusieron de alguna que otra ocasión merecedora de un mejor epílogo. Su doblete llegó a diez minutos de la conclusión, justo cuanto el Real Madrid ya estaba cómodo, más fuerte merced al tanto, en un saque de esquina botado por Van der Vaart, de Albiol -rayó a gran altura en compañía de Pepe- y al error de Lucho González desde los once metros tras una incomprensible y defectuosa salida de Casillas ante Niang. Estas dos acciones atropellaron a los franceses, cada vez más imprecisos en sus combinaciones y conscientes de la diferencia táctica entre ambos conjuntos. Porque el Real Madrid fue superior no sólo cuanto el viento navegaba a favor sino también cuanto tocaba sufrir o tratar de domesticar esos zarpazos más publicitados que efectivos.
Todo lo contrario a cuando interviene Cristiano Ronaldo. Se demostró en el tercer tanto. Un acción comenzaba en Benzema, trazada por Lass, omnipresente, y finalizada por Cristiano Ronaldo tras rodar por el suelo en la misma dirección que el esférico y levantarse justo con el tiempo suficiente para embocar en la meta francesa, certificando así el pase a los octavos como primeros de grupo, de la mano de un futbolista que lleva seis goles en Champions en cuatro encuentros y en cuyas botas está el presente y futuro de este Real Madrid.
- Ficha del partido:
Olympique de Marsella: Mandanda; Bonnart, Diawara, Heinze, Taiwo; Cisse (Koné, min.62), Cheyrou, Abriel, Lucho Gonzalez; Brandao (Morientes, min.78) y Niang (Valbuena, min.68).
Real Madrid: Casillas; Sergio Ramos, Pepe, Albiol, Arbeloa; Marcelo, Lassana Diarra, Xabi Alonso (Diarrá, min.78), Van der Vaart (Raúl, min.72); Cristiano Ronaldo e Higuaín (Benzema, min.63).
Goles: 0 - 1, min.5, Cristiano Ronaldo; 1 - 1, min.11, Lucho González; 1 - 2, min.60, Raúl Albiol; 1 - 3, min.80, Cristiano Ronaldo.
Árbitro: Wolfgang Stark (ALE). Amonestó con tarjeta amarilla a Brandao (min.9), Heinze (min.63) del Olympique y a Higuaín (min.29), Casillas (min.66), Xabi Alonso (min.37) del Real Madrid.
Estadio: Velodrome.
Autor: Rafael Merino
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