Ni remontada, ni Copa del Rey (y
ya van 17 años consecutivos de fracasos), ni
fútbol, ni siquiera vergüenza torera en un
estadio donde la parroquia aguardaba una noche
histórica, en mayor o menor medida a las vividas
en los ochenta. Y, en parte, sí hubo noche
histórica, aunque con un contenido más cercano a
lo vergonzoso que a lo épico. El Alcorcón, un
modesto conjunto de Segunda B, consumó la
sorpresa echando al Real Madrid. Aparte del
resultado y el denigrante juego visto, hubo
imágenes para la reflexión, como el rostro
desencajado de Florentino Pérez en el palco o
los gritos de ‘dimisión, dimisión’ dedicados a
Pellegrini. Porque si negativo es caer en Copa,
peor es la imagen ofrecida, pues la duda surge:
¿si con el Alcorcón hay este Madrid, qué Madrid
espera ante oponentes de mayor
enjundia?
Ni mensajes institucionales, ni
un vistazo a las históricas remontadas, ni los
ánimos de una afición entregada que llenó el
Bernabéu, ni siquiera el orgullo de ser
futbolista del Real Madrid. Nada estimuló a los
convocados a la cita de remontar al Alcorcón y
evitar un ridículo de dimensiones
estratosféricas. La cara de los jugadores era la
de afrontar un trámite y echar la tarde en una
especie de entrenamiento de carácter oficial. No
había mentalización de remontada. La salida,
exceptuando una acción de Van Nistelrooy con
penalti escamoteado, constató este extremo. El
equipo se movía a un ritmo parsimonioso, en
ocasiones desesperante, y siempre atacando al
rival con balones aéreos o en combinaciones
centradas, nunca utilizando las bandas ni dando
velocidad al balón.
El Alcorcón ni
siquiera necesitó encerrarse; le bastó con
guardar ordenadamente todas las posiciones sobre
el campo. Cualquier acción del Madrid era
previsible, más aún cuando cada jugador
interpretó la remontada como un proceso de
guerra individualizada y nunca como un juego
colectivo, aunque, claro está, si no hay un
estilo de fútbol en las venas, cómo se va a
aplicar sobre el césped. Lo imposible es
imposible.
Un equipo a la
deriva Porque el no marcar en los primeros
cuarenta y cinco minutos se puede achacar a
muchos factores: desde una tarde impresionante
del portero contrario a una falta de efectividad
de los delanteros, por poner dos ejemplos. Pero,
en este caso, ni eso. Porque sencillamente el
Real Madrid no dispuso de ninguna ocasión de
mención. Nada con que asustar al Alcorcón. Nada
con el que recordarle eso del miedo escénico. En
parte, además de los problemas colectivos,
debido a la disposición de Pellegrini, quien
ordenó dos mediocentros defensivos (Diarra y
Gago), cuestión que enmendó en el descanso con
Van der Vaart, o situando a Marcelo en el
banquillo, apostando en su lugar por Arbeloa,
cuya capacidad ofensiva está por descubrirse.
Por supuesto, de los extremos mejor ni hablar,
porque ni estaba, ni se les esperaba; esta
posición es absolutamente desconocida para el
técnico chileno. Y todo ello sin referirse a la
convocatoria. Si la remontada era obligada, ¿qué
hacían Benzema, Sergio Ramos o Xabi Alonso en la
grada?
Expuesto todo esto, hubo noventa
minutos de lenta agonía hasta fallecer en mitad
de una crispación generalizada, con pañuelos
incluidos una vez se consumó el desastre. Ni el
tanto de Van der Vaart a diez minutos de la
conclusión, aderezado con un disparo a la madera
de Higuaín, hizo soñar a la grada con una
remontada exprés; hubiera sido el milagro de los
milagros; algo impropio de este mundo.
El único momento, como si de un
espejismo de tratase, de esperanza se vivió al
comienzo del segundo acto, cuando Kaká, siempre
abandonada a su suerte creadora, estuvo más
participativo y hubo un ritmo algo más vivaz.
Consecuencia de ello fueron los balones a la
madera de Raúl y Van der Vaart, amén de la
ocasión de Kaká, desbaratada por Juanma. Su
noche fue de lo más tranquila, no tendrá otra
así en toda su vida profesional.
Y, al
final, pese al cabreo generalizado, el público,
el socio blanco, demostró que es soberano, no ya
por mostrar su malestar contra los suyos, sino
por dedicar una calurosa ovación al Alcorcón,
reconociendo así los méritos de un conjunto que,
calidad aparte, sí sabe a qué juega, no como el
Madrid, que anda absolutamente a la deriva, sin
aprovechar el impulso obtenido en San Siro o en
el Calderón. En fin, o se mejora de forma exprés
o a ver como Florentino Pérez explica a los
socios que no ganar un título este curso no
sería un fracaso. Y, seguramente, no valdrá eso
de la ansiedad, como se excusó Valdano. De
momento, la realidad dice que no hay Copa, ni
fútbol, ni triplete.
. Ficha
técnica:
1 - Real Madrid: Dudek; 'Lass'
(Marcelo, m.70), Pepe, Raúl Albiol, Arbeloa ;
Mahamadou Diarra (Van der Vaart, m.46), Gago,
Kaká; Raúl, Higuaín y Van Nistelrooy.
0 -
Alcorcón: Juanma; Rubén Sanz, Iñigo López, Borja
Gómez, Nagore; Fernando Béjar (Vara, m.73),
Rubén, Mora, Ernesto; Borja (Jeremy, m.77) y
Cascón (Carmelo, m.58).
Goles: 1-0, m.81:
Van der Vaart.
Árbitro: Fernández
Borbalán (Colegio Andaluz). Amonestó a Albiol
(34) y Kaká (77) por el Real Madrid, y a Nagore
(40), Rubén Sanz (65) por el
Alcorcón.
Incidencias: partido de vuelta
de los dieciseisavos de final de la Copa del
Rey, disputado en el estadio Santiago Bernabéu
ante 79.500 espectadores. Presenció el partido
en el palco de honor la selección de Argentina
encabezada por su seleccionador, Diego Armando
Maradona
Autor: Rafael Merino
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